Donde
termina mi vocación,
se
cristaliza mi honor,
el
verbo supremo nos legó esa creación humana,
dentro
de la espesa niebla del dolor,
como
el lienzo de nuestras vivencias,
al
vasto universo del amor.
Vestigios
de vilipendio, azote, humillación y violencia,
más
allá del llano de la armonía,
acrecen
con dolor y miseria,
pasan
los instantes,
el
tiempo al asedio,
la
dificultad yace timorata,
construyendo
sueños de esperanza.
Al
fin la victoria a candor,
preconiza
la rudeza del valor,
esa
intuición rebelde y al eco de angustia,
evocamos
el honor,
que
parodia, fluye nuestra conciencia,
tal
como Montaigne, atinó: "de preferencia
debe
perderse el honor a la conciencia",
en
sumo, ... ese valor digno del ser humilde,
telar
de la intrepidez,
nos
hala indómitos al honor, bella virtud,
rosal
del recuerdo,
estoy
contigo, ... honor,
solo
te das a ti mismo el honor de quien nada,
ni
nadie te ha de despojar.
Honor,
noble legado de la más recóndita fantasía,
ni
débiles, ni escorzos impedirán,
la
exaltación de su sublimidad,
en
el hombre justicia, intrepidez, bondad y amor,
en
la mujer dulzura, paciencia, honestidad
y fidelidad,
designio
de promisión,
honor
en nuestra vida.
Obra: Poesía en Cuartillas
1996.
Autor: Luis H. Monsalve.
Autor: Luis H. Monsalve.